
Recuerdo que cuando entré a la sala de emergencias a ver a mi papá, en una ocasión que tuvo una crisis respiratoria, lo encontré dormido. A su lado había un señor mas o menos de su edad (70s), no supe la razón de su hospitalización, pero reconocí enseguida que el suéter que tenía puesto y la almohada bajo su cabeza, eran las que yo le había llevado a mi papá.
En cuanto despertó, le hice señas para preguntarle por qué el señor de la cama de al lado tenía su suéter puesto. Me respondió en voz baja: “Es que tenía frío, el pobre, y no hay quien le traiga una cobija o algo” “¿Y tú no tienes frío?”, le pregunté. “Sí, pues, pero es que él estaba temblando”.
En otra ocasión, hace no mucho, cuando yo me encontraba fuera del país, le llamé para saber cómo estaba, me dijo que tenía un nuevo amiguito vecino, un señor con mal de párkinson que vivía solo. Me contó que iba todas las tardes a llevarle comida y a platicar con él un ratito porque el señor ya no podía salir de su casa debido a su enfermedad. Y que le hacía mandados porque, pues, estaba solito. Su familia ya no lo frecuentaba. “Le llevé el calentocito que me regalaste, hija, para que no pase fríos ora en el invierno”
Recién le había regalado yo el aparato para que ÉL durmiera calientito, no el vecino, pero, ¿qué hacía yo? ¿Enojarme con él por ser cómo es? Sería una hipocresía de mi parte molestarme por las razones que más lo admiro. “Ok, pá, hay que comprar otro para ti”, le respondí.
Me queda claro que todas las personas creen que tienen al mejor papá del mundo. Y no lo dudo, seguro lo tienen, es natural que así sea.
Y no me atrevo a decir que Chenny sea el mejor papá del mundo. De hecho, detesto ese tipo de frases grandilocuentes: “lo mejor esto del mundo”, como si deveras.
Pero es cierto que mi Chenny es de verdad es una persona inusual. Y, no. No.
No lo digo solo porque sea mi padre, no es por el hecho de haberme dado la vida que lo amo y lo admiro. Porque, en realidad, no lo admiro solo como padre, sino como ser humano. No voy a decir que no existe en el mundo una persona más noble que él, seguramente las hay, y muchas. Pero no las he conocido. Y tengo la fortuna de conocerlo a él. Y tengo la fortuna de que sea mi padre.
Entonces, ¿quién es Chenny? ¿Por qué lo admiro tanto?
Verán, digamos que Chenny es un papá soltero. Nos crió, solo, a mis hermanas y a mi desde que teníamos 4, 9 y 14 años. Siempre bromeaba con conseguirnos una mamá, “una paloma”, como él dice, pero nunca lo hizo, dedicó su vida a nosotras. A sus tres carabelas.
Pero no es solo por eso que lo admiro, aunque claro que se lo agradezco.
Saben, Chenny nunca se sentó a hablar de valores con nosotras, sobre lo que era la honestidad, el respeto, la bondad, la compasión. Nunca. No había grandes conversaciones, de hecho. Pero ahí estaba él siempre mostrándonos cómo ser una persona íntegra, honesta, confiable, sincera. Siempre, siempre, SIEMPRE, predicando con su ejemplo.
La última vez que lo llevé a emergencias, hace un par de años, había llegado a su casa y lo encontré en el sillón, pálido, con los labios y las uñas de color morado. No podía respirar bien y yo no entendía lo que me quería decir. Decía frases sin sentido. Tomé un taxi y lo llevé a emergencias. Al llegar al IMSS, el médico me dijo “Si no lo hubieras traído, le pudo haber dado un paro respiratorio”. Tenía menos de 40% de oxigenación en la sangre, cuando lo normal es arriba de 80%.
Nos pasaron a la sala de emergencias que, para variar, estaba saturada, no había camillas disponibles y tenían a las personas conectadas al oxígeno, pero sentadas en sillas. Me puse de cuclillas a su lado.
En cuanto recuperó la conciencia, el oxígeno y la voz me dijo: “¿Te quieres sentar tú en la silla, hija? Yo me siento en el suelo”. Negué con la cabeza y me agaché para que no me viera llorar.
Lo que pensé en ese momento fue: “¿es neta, pa’?, que tú eres el enfermo y me ofreces la silla a mí?”
Y por eso les digo que, independientemente de que sea mi padre y exista un sentimiento intrínseco en ese hecho, lo admiro por su manera tan desinteresada de dar.
Lo admiro porque cada que le es posible, planta árboles en el parque cercano a su casa.
Lo admiro porque, aunque siempre reniega por los animales; es quien le da de comer a los perros, los saca a pasear, los baña.
Porque siempre ha respetado la manera de vivir, y la ideología, de cada una (hablando de mis hermanas y de mi), “mientras sean buenas personas , se apoyen entre ustedes y respeten al prójimo, crean en lo que se les de su chingada gana”, nos dice.
Lo admiro porque me ha enseñado que el tener un pasado culero no debe determinar, de ninguna manera, la forma en que interactuamos en el mundo en el presente.
Lo admiro porque, aunque él este jodido, siempre se siente fuerte como para ayudar a otros más jodidos que él.





