Sabes, Platero, pensándolo bien, cuando sea grande no quiero ser adulto. Los adultos se ven cansados a diario, son opacos, sin brillo; no juegan, no se ríen siquiera… ¿cómo pueden no reír, Platero?
¿Recuerdas cuando llovía el otro día en el campo y tú y yo corríamos como locos, buscando el abrazo del cielo a través de las gotas de lluvia, yo reía a carcajadas y tú a rebuznadas?
Tus orejitas escurrían por la cabeza, brincoteabas en los charcos, estábamos contentos.
Los adultos pasaron de prisa junto a nosotros, maldiciendo a dios y sabe a cuántos más, con sus gestos más tiesos que el barro que coloreaba tu panza.
Mejor, cuando sea grande Platero, quiero ser un burro como tú.