Me gusta mucho ir a la casa del abuelo, siempre hay cosas ricas de comer en su refrigerador: cajeta, chongos, queso, jamón y leche. Y cuando es día de tianguis, el abuelo nos compra muchas frutas a Toño y a mí.
Toño es mi primo favorito, los dos vamos a la primaria Francisco Villa 475 y jugamos juntos en el recreo. Aunque tenemos la misma edad, mi primo Toño es más alto, por eso me defiende cuando otros niños más grandes de cuarto grado me molestan.
Cuando estamos juntos en casa del abuelo, entramos a su cuarto a robar las monedas que se le caen debajo de la cama, cuando se quita los pantalones por las noches antes de dormir, pues como ya no se puede agachar porque dice que le dan las riumas, las deja ahí y después se olvida de ellas. Su cuarto huele a viejito con medicina, pero nos tapamos la nariz y entramos rápido por lo que nos interesa: las monedas y los chocolates del quinto cajón. Todos los nietos saben que el segundo cajón es el de los dulces, pero solo sus nietos favoritos sabemos que en el quinto cajón hay chocolates que dice el abuelo que son finos. Solo mi primo Toño y yo somos sus favoritos, pero mi abue nos dice que no le digamos a nadie el secreto sobre el quinto cajón.
Todos los días después de la escuela, jugamos mucho rato en el patio del abuelo. Es un patio muy tilichento, dice la tía Concha, pero a nosotros nos parece divertido. Del techo cuelgan partes de bicicletas, llantas ponchadas, motores de licuadoras, cazuelas viejas y otros objetos raros. Dice mi abuelo que desde niño le gusta arreglar cosas, aunque dicen mis tíos que nomás las desarma y ya no las sabe armar, que nomás las descompone más. Pero a nosotros nos gusta andar entre fierros viejos jugando a construir aviones y barcos.
Una vez, mi primo Toño prendió un cerillo y, al dejarlo caer, se empezó a quemar un pedazo de periódico que estaba en el suelo, después una esponja que estaba cerca y luego un sillón viejo. No pudimos controlar el fuego y tuvimos que pedir ayuda. El abuelo salió corriendo con un balde de agua y apagó la quemazón. Por fortuna nos creyó cuando le dijimos que no habíamos sido nosotros los causantes del incendio, sino que había caído del cielo una bola de fuego que parecía un metiorito.
La tía Concha siempre dice que el abuelo nos alcagüeta las vagancias. A mí me dice que no me junte tanto con Toño porque él es un niño problema, que porque no tiene un papá que lo regañe y que, además, se me va a pegar lo burro porque yo siempre saco mejores calificaciones que él.
La tía Concha vive con el abuelo; es lo único que no nos gusta de visitarlo. Es la tía más enojona de todas, siempre grita y nunca nos deja hacer nada, todo le molesta. Mis otros tíos dicen que la gente se vuelve amargada cuando no se casa y que por eso la tía Concha es tan mula. Y dice Toño que en las noches se hace bruja, que por eso es fea y tiene esa voz rasposa como de hombre. Yo no creo que sea tan mala, aunque a veces nos pega con la chancla, pero cuando nos duele la panza de comer tantos dulces y churritos con limón, nos cuida. Y cuando nos duele mucho, mucho, hasta nos compra un juguete.
También mi papá y mi mamá me dicen que no le haga caso a Toño cuando me provoca a hacer travesuras, pero yo no siempre le hago caso, nomás a veces, como cuando nos escondemos tras la reja de la cochera del abue y aventamos bolas de papel mojado a las ventanas de los coches que circulan por la calle.
Cuando llega la noche, mi mamá pasa por mí al salir de su trabajo, pero Toño se queda muchas noches a dormir en casa del abuelo. A veces, su mamá, la tía Paty, olvida pasar por él hasta por una semana o dos, dice que porque tiene mucho trabajo.
“¡Ay, esa pinche Patricia! No entiendo por qué no se hace cargo de su hijo en lugar de irse de cabrona, nadie le dijo que abriera las patas.” Eso dice con frecuencia tía Concha.
“No te metas tú, Concepción. Además el niño está bien aquí, no te afecta en nada”, le contesta el abuelo. Siempre discuten tía Concha y el abuelo. Yo no entiendo muchas de las cosas que dice tía Concha.
A veces también me quedo a dormir en casa del abuelo para hacerle compañía a Toño y también porque nos gusta subir a la azotea a ver quién cuenta más estrellas. Nos echamos sobre un cartón mirando al cielo hasta que la tía Concha nos hace bajar que para que no nos haga daño el sereno.
Mi primo Toño me dice que no le gusta que su mamá tenga muchos novios, solamente uno le cae bien porque lo llevó al cine a ver El Rey León, pero dice que hay otros que lo mandan a la tienda para darle besos en la boca a su mamá, dice que una vez los vio por debajo de la puerta. Y dice también, que, otras veces, cuando regresa de la tienda, se tardan mucho en abrirle la puerta. Dice que por eso le gusta más estar en casa del abuelo, aunque a veces, casi siempre, extraña mucho a su mamá, a tía Paty.